Por fin, después de muchas adversidades hemos conseguido retomar nuestros sábados montañeros. Este primer sábado de diciembre, día del glorioso patrón de los navarros, hemos dejado el coche en el humedal de Saldropo, junto al puerto de Barazar. Es un buen punto de partida para diversos paseos y excursiones. La más clásica es subir al Gorbea por el paso de Atxuri, que queda pendiente como el gran desafío de fin de temporada. Nuestro propósito esta vez consistía en recorrer el cresterío que se eleva sobre Saldropo con cumbres de más de 900 ms de altitud.
La mañana era espléndida y despejada, excepto en la llanada alavesa y en la zona de los pantanos sumergidos un mar de algodón que se iba diluyendo cuando la niebla se colgaba en el balcón de Baratzar. Aunque hacía frío no había helado y la primera subida fue intensa pero sin grandes cuestas para entrar en calor. Cuando llegamos al primer collado nos encontramos con el Arralde 945ms, que desde abajo parecía una muralla inexpugnable. En la guía que Juanjo se había descargado nos advertían que había un paso tallado, pero no se veía indicación alguna.
Emprendimos la pendiente de acercamiento a las rocas siguiendo marcas de posibles senderos y sorteando pasos que, por su pendiente y por el barro blando, podían dar con nuestros huesos cuesta abajo. Encontramos el paso con más facilidad de lo esperado, así que en tres cuartos de hora ya habíamos hecho la primera cumbre.
El paso tallado del Arralde |
Este cresterío resulta ser como un balcón que tiene a su espalda el Gorbea y que goza de unas vistas sorprendentes desde el Jata hasta el Txindoki, con toda la zona del Aramotz, de Amboto o de Aitzgorri. Claro de la zona alavesa solo vimos nubes. Desde el Arralde sorteando hondonadas, matorrales y rocas llegamos hasta el alto de Atxuri donde nos percatamos de la dificultad del famoso paso. En un principio se nos quitaron las ganas de bajar por él. Terminamos por hacer la última de las cumbres Arimekorta y repusimos fuerzas.
La Visera |
Estábamos en dudas de bajar por Atxuri o volver por donde subimos, cuando apareció un personaje de lo más chocante que imaginarse pudiera. Un señor -70 años según confesó y de Otxandio- en camiseta de manga corta, pantalón corto y unas botas milenarias, con la sola ayuda de sus dos bastones. Bajaba del Gorbea como quien se ha dado un paseo por los alrededores de su casa: "sin ir a la cruz es como no hacer nada yo una vez por semana y si puedo dos, también le daba un beso a la virgen pero ya no porque está muy fría". El no lleva ni bocadillo ni agua, "para qué". Con él por delante nos atrevimos a bajar por el paso, hasta que en la zona de la Visera tuvimos que parar no sé porqué y él siguió a su paso. Lo más peligroso había quedado atrás aunque el resto de la bajada exige lo suyo y más con todo embarrado. Ya había pasado yo dos o tres veces por ese lugar pero aquello fue hace muchos años y no recordaba que impusiera tanto: serán los años que, además de difuminar la memoria, producen otros efectos no deseados -pero ineludibles- en el cuerpo.
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