martes, 12 de diciembre de 2023

Vaya inutilidad de montaje

 


   Hemos estado pendientes a través de los medios de comunicación de la gran cumbre sobre el cambio climático. Todos esperábamos que, aunque no se llegase a acuerdos sustanciales, no sería tan vacía en resultados como alguna de las anteriores. Pero ya desde su constitución nos dimos cuenta de que aquello iba a ser un montaje para decir que se va a hacer algo, y al final no hacer nada. En primer lugar se celebra en Dubai, que debe su riqueza a la explotación petrolífera. Para seguir, Estados Unidos, China e India, que son los tres países más contaminantes, ni se toman la molestia de acudir. 



En el colmo del cinismo USA va a destinar una millonada para financiar mediadas correctoras de las emisiones a países del tercer mundo, vaya tela. A todo esto los europeos en general se quedan como una panda de pardillos con grandes propuestas que otros no quieren ni escuchar. O sea que aquí peleando por el reciclaje, por el control de emisiones, por los vehículos eléctricos, por la huella medioambiental... y al final nos van a sacar un comunicado del tipo "que ya... que bueno... que habrá que ir prescindiendo de los combustibles fósiles, cada productor en cuanto le sea posible". A ver cómo vamos a inculcar a la nuevas generaciones la importancia de los ODS, cuando los grandes magnates y las grandes potencias se abanican con ellos.

   
Este despropósito me trae a la memoria aquel pasaje bíblico en que los israelitas se fabrican un becerro de oro y proclaman que ese sería su dios. Y Moisés, hala, monte arriba otra vez para aplacar la ira de Yahveh. Pero resulta que Dios ni se iba a tomar la molestia de castigarles, sino que iba a dejarles que siguieran en su obstinación, porque en ella se iban a encontrar con el peor de sus castigos, su exterminio. 
En estos momentos hay miles de moisés clamando por la salvación del planeta, mostrando los glaciares derretidos, los mares descongelados, los grandes ciclones, las duras sequías, los catastróficos incendios, las estaciones trastocadas... Todo en balde. Los grandes adoradores del becerro de oro siguen sin obedecer las leyes de Dios, que no son otra cosa que las leyes de la naturaleza, que mantienen el equilibrio vital necesario para la existencia de la Tierra. Una vez más, nos acaban de dar señales inequívocas de que van a seguir en su obstinación. El problema es que en esta ocasión el castigo nos va a afectar a toda la humanidad, empezando por aquellas zonas o naciones con recursos más limitados, o que tienen menos parte de culpa del desastre.

    Un conocido mío mejicano me enseñó un refrán de su tierra que, aunque un tanto grosero, viene muy bien a cuento al final de esta cumbre: "Tanto pedo, tanto pedo pa cagar agüita". Y es que resulta muy difícil seguir convencido de que, visto lo visto, merezca la pena tomar partido por los moisés que en el día a día siguen empeñados en aportar sus pequeñas acciones para, entre todos, poder salvar algo, dentro de lo que cabe. Si hay una cosa que me da un miedo tremendo en eso de seguir cumpliendo años, es que, antes de que me llegue la muerte, tenga que estar contemplando catástrofes cada vez más descomunales. Pero, mientras tanto, no hay otra y en ese empeño estamos y estaremos.


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