Hoy se cumplen 25 años de la marcha del Hierro. Miles de trabajadores de Altos Hornos de Bizkaia se quedaron sin trabajo y un puñado de ellos fue andando desde su factoría hasta Madrid para que no se cerrara la empresa. Todos creían que era viable pero la entrada en la unión europea se la llevó por delante por aquello de los lobys que presionaron. Era el emblema de la industria bizkaina. Por razones que tampoco se explicaron bien, Felipe González se cepilló el astillero Euskaduna. Las batallas de los obreros atrincherados en el astillero fueron épicas. También se fueron cayendo, por no se sabe qué, otras empresas emblemáticas que, al parecer, seguían siendo productivas: Bavkoc&Wilcox, Mecánica La Peña, Edesa...Hoy en día los restos que quedan en Ortuella de aquella enorme factoría de la GE, tiene a sus trabajadores en huelga porque se la quieren llevar.
El jueves pasado participé en una manifestación convocada en Barakaldo en favor de los obreros de La Naval, otro astillero histórico que acaba de entrar en un ERE. Según íbamos recorriendo las calles de mi pueblo entre pitidos, consignas, carteles y demás parafernalia de estas manifestaciones, me daba la impresión que estaba asistiendo a una liturgia funeraria. El mismo lema de la pancarta de cabeza, "La Naval ex itxi", estaba diciendo a las claras que en realidad se iba a cerrar. En este caso el problema está en razones de gestión y de financiación. Pero esa impresión iba más allá de que se cerrara un astillero. Con él se estaba terminando de completar un desmantelamiento inmisericorde de las grandes industrias que han sido la base del desarrollo de Bizkaia. A la vez se estaba enterrando un tipo de sindicalismo, que ha sido fundamental para la clase obrera, y un tipo de obreros que se han ido quedando inutilizados: unos en el paro y, los más afortunados, se han ido encontrando un apaño con prejubilaciones o indemnizaciones.
Cada día me parece más expresivo el monumento de Ibarrola con sus chimeneas en la plaza Bide Onera o la estatua del macero en la Herriko Plaza. Son un intento de que no se olvide lo que fuimos y, no sé si para bien o para mal, no volverán a ser las generaciones de nuestros hijos y nietos. Ahora la economía productiva, los empleos estables, los convenios, las condiciones dignas de trabajo... están al precio de las angulas, cuando no a punto de pasar del todo a la historia. A los de nuestras generaciones no nos queda más que esperar -muchos ya cumplimos con lo nuestro- que entre las ruinas de aquellos dinosaurios industriales sigan brotando nuevas formas de trabajo que merezcan la pena, no con la supuesta creación de empleo miseria que nos están vendiendo.
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