Lunes 30 de diciembre de 2024. Tal como se votó en la salida anterior, hemos adelantado la celebración de fin de año para facilitar la participación del personal, porque dadas las múltiples liadas -compras, comidas, desplazamientos, nietos...-que a los abuelos y abuelas nos atan en estas fechas, iba a quedar muy mermada la participación en le mismo día 31. Los resultados así lo ratifican: estuvimos 21 participantes a las 9:25 horas cogiendo el bus a Sta. Marina, que era el inicio del camino. No éramos muchos, pero nuestra presencia sorprendió a los usuarios habituales y les obligó a terminar el recorrido de pie. Contamos esta vez también con la inestimable colaboración de Javi y Txelo que hicieron de transportistas, tanto a la ida como a la vuelta, de los paquetes y mochilas que deberíamos haber llevado a cuestas. A las 8:30 ya habíamos dejado todo en su coche para no retrasar la salida y, al regreso, también Javi estaba esperándonos en la boca del metro con los bultos de los últimos.
La mañana era luminosa y soleada, pero con el tibio sol de invierno que amaga con calentar, pero no lo hace del todo. En las zonas sombrías por el abundante arbolado, que cubre la mayor parte del trayecto, el frío se hacía notar, que solo se disimulaba por aquello de andar cuesta arriba. El pelotón se iba alargando más de lo previsto, por ello se tuvo que hacer paradas en los cruces de caminos. No nos llevó mucho tiempo llegar a nuestro lugar oficial de noche viejas: el área recreativa de El Vivero sito en la cumbre divisoria de Galdakao y Etxebarri con el valle del Txoriherri. La primera sorpresa nos la dieron el bar y los servicios que estaban cerrados, cosa que no había ocurrido en otras ocasiones, hasta que caímos en la cuenta de que era lunes.
Buscamos unos bancos al sol. Uno para dejar las mochilas y dejar los dulces y otra para poner la comida. Aparentemente había abundante hierba, pero en cuanto se ponía el pie, se hundía uno hasta el borde de la zapatilla. Las mesas no nos facilitaron la labor de organizar la comida porque resultaron pequeñas para el número de comensales. Había una de mayor tamaño pero estaba a la sombra, que en aquellas circunstancias era como si no existiera. Las viandas dejaron el tamaño de la mesa aún más pequeño por la gran cantidad y variedad de productos, así como el problema que se presentaba de organizar el sitio, partir y repartir lo que cada cual dejaba a su aire... En fin para próximas ediciones habrá que mejorar nuestra capacidad de organización. Solo podíamos estar en la zona cementada que rodea las mesas, para no seguir encharcándonos. Con la humedad, el airecillo y el medio sol hubo gente que quedó afectada por el frío, pero todo ello no pudo con el humor y las ganas de disfrutar que reinaron en todo momento.
El regreso resultó algo más complicado. A poco de comenzar se fue quedando gente demasiado atrasada, pero había que tener cuidado porque había varios cruces de pistas que nos podían desviar y eran poco conocidos. Quizás el efecto de la chufla invitaba a andar sin prestar atención hicie
ron que la espera en los cruces se prolongase demasiado y un grupito de cabeza se adelantara sin darse cuenta. A todo esto, nuestro último fichaje, cuando ya se estaba reagrupando el personal, se dio cuenta de que había perdido el móvil por lo que se tuvo que volver a buscarlo. Por si esto fuera poco, el mismo tenía un cita médica a las 16 horas y con el contratiempo y el retraso, iba a ser imposible que llegara. Por suerte lo encontró enseguida, aún así di instrucciones de como seguir los cruces y por un atajo que conocía lo llevé en volandas hasta la famosa casa del guarda. A partir de ahí la pista no tiene pérdida y, en efecto llegó bien al tren y a su cita.
Me puse en contacto telefónico con el grupo para saber dónde estaban y por si hiciera falta volver a buscarle. Según me dijeron habían comenzado el descenso siguiendo un letrero que ponía Lezama. Error craso que ya no tenía remedio, nuestro destino era la parada cercana a los campos del Athletic no el núcleo del pueblo. Nadie dio las instrucciones que yo había indicado y aquello no tenía vuelta atrás. O sea que se habían metido en una bajada vertiginosa con un suelo intratable y peligroso que acaba en la carretera de subida a El Vivero. Siguiéndola se llegó sin problemas a la estación final de la línea 3, que está al lado de la parroquia. El esfuerzo y los apuros disiparon todos los despistes, menos mal que no hubo ningún problema de daños personales. Eso sí, lo mejor del evento fue el humor con que al final se tomó la aventura. En fin, siento mucho no haber podido ayudar más, pero aún no se me ha concedido el don de la ubicuidad. Espero que, a pesar de todo esto, nos haya quedado un buen recuerdo de la despedida del 2024.
¡Salud para el año entrante!
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