viernes, 7 de junio de 2024

Otros ladrillos en la pared

    Recordando a Pink Floyd, creo que en estos momentos se está poniendo inconscientemente más ladrillos en la pared que están condicionando y cerrando muchas posibilidades a los menores para su desarrollo armónico y completo. Estos ladrillos de ahora no son reflejo del autoritarismo, como los de la canción, son muy sutiles, se cuelan porque parecen buenos y destrozan más por dentro. Resulta que ahora es el gobierno el que tiene que sacar una ley para controlar, o mejor dicho, obligar a que se proteja a los menores del uso y abuso de los móviles y tabletas con acceso a internet.

    Otro ladrillo en el muro de la incomunicación dentro de la familia, cuando tendría que ser ésta la primera en educar en su uso a su prole. Se empieza a poner un móvil desde infantil a la criatura porque fíjate que fenómeno y que listo es que lo maneja mejor que nosotros. Claro, después se pasa que mientras tenga ese trasto entre manos no hay niño y te deja estar a tus cosas sin que te moleste. Si se lo quitas monta una trifulca de cuidado o quiere el tuyo... ya se ha establecido un primer paso para la adicción. Llega a clase más mayor y el profesor o profesora de turno se lo retira porque lo está usando cuando no está permitido. Y de esto puede haber miles de historias de profesores que lo han tenido que aguantar. Poco menos que van a denunciar al centro por apropiación indebida, cuando no van a a visar a su padre para que les monte otra barrila hasta que se lo devuelvan. Luego ya nos metemos en unas relaciones que más que presenciales son virtuales, el acoso por las redes sociales y ya nos están amenazando de lo destructivo que puede ser el acceso a la inteligencia artificial para este tipo de juegos perversos.


    A todo esto, salen en tromba los pediatras, los psicólogos infantiles, los educadores para avisar del desaguisado educativo que se nos avecina con este asunto, aunque sus llamadas de atención se quedan diluidas en el tráfago ensordecedor de los decibelios del consumo y en la dispersión personal en la estulticia social. Por una parte, problemas en las relaciones y se puede fomentar el aislamiento. Por otra se agrava los déficit de atención. La familia acaba por no ser la transmisora de educación ni de valores, sino que solo vale lo que dicen los colegas en las redes o los gurús de tic-toc, youtube o similares. Incluso si se empieza de muy pequeños a usar los móviles, además de problemas visuales por el exceso de uso de pantallas, se puede dar un grave déficit de desarrollo en la capacidad del uso de los dedos para agarrar, lo que fue fundamental para el desarrollo de los antecesores del sapiens. Ya hace tiempo hice una entrada invitando a que se hable con los hijos, cuando se empezaba a ver las madres o padres con el móvil y las criaturas aburridas o llamando la atención. Hoy estas actitudes entran, por desgracia, en el paisaje de cada día y lo contrario son honrosas excepciones.

    Y es que, por lo que se ve, somos los adultos los primeros que utilizamos el móvil indiscriminadamente y los menores aprenden más de lo que ven que de lo se les dice. Todo lo que favorezca la incomunicación entre padres e hijos son costumbres o actitudes de alto riesgo, que pueden desembocar en conductas disruptivas, en problemas psicológicos e, incluso, en casos de violencia parental al llegar a la adolescencia: más ladrillos en el muro.

    En otro orden de cosas, esta sociedad se niega a ver lo que hay detrás o debajo de esos aparatitos tan listos, que nos facilitan todo y nos dicen lo que tenemos que hacer en cada momento. Hay esclavitud infantil en las minas del Congo que extraen el mineral imprescindible para su uso, además de una cantidad ingente de muertes entre los mineros.

Las compañías explotadoras están expoliando el país y convirtiéndolo en un estado fallido nido de mafias, guerrillas y corrupción. Algo parecido les pasa a los que trabajan en la producción de los micro chips que los hacen funcionar. Y para rematar se está  saturando el espacio de satélites y de basura espacial para que juguemos a cacharritos con ellos.


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