Día 15 de enero. Los Fernando nos han invitado a otro paseo por la margen derecha, un tanto desconocido para la casi totalidad del grupo. Los augurios metereológicos eran nefastos, sin embargo el amanecer y las primeras horas de la mañana fueron plácidas y no parecía que los mismos iban a cumplirse. Fuimos 23 valientes -o ilusos- los que nos apuntamos al recorrido. Comenzamos por tomar el paseo adjunto a la ría desde Sarriko hasta el límite con Erandio. A partir de ahí, nos encontramos con un conglomerado de obras que nos hacían pasar de una acera a otra continuamente. Llegados al centro urbano acometimos las primera cuesta que nos iba a llevar al mirador de las tres cruces, donde teníamos previsto hacer el avituallamiento.
Apenas dejamos atrás el campo de futbol, comenzó a chispear y el Serantes se estaba vistiendo de luto por momentos. Un simple cambio de viento y nos vimos envueltos en lluvia constante atizada por ese viento, justo en el trayecto más alto del camino donde más expuestos estábamos, así que apenas servía el paraguas y acabaron por salir un montón de capas. Total que ni mirador, ni parada y sin saber qué hacer. Todo un calvario, nunca mejor dicho. Así que el guía mandó bajar a Astrabudua que estaba a un paso. Y ahí nos tenías haciendo un viacrucis a la inversa con una buena pendiente. Menos mal que éste no acabó en otro calvario sino en la resurrección, porque pudimos comer a cubierto y sacudirnos el agua invadiendo un espacio de juegos infantiles con una amplia techumbre.
Al reanudar la marcha, parecía que el agua nos iba a dar una tregua, pero resultó un espejismo que solo duró mientras callejeamos por una Astrabudua totalmente desconocida. A todo esto, algunas, vista su ropa empapada, optaron por poner fin al paseo y bajaron al metro. Nada más atravesar el puente sobre el Gobelas empezó a arreciar de nuevo, sobre todo cuando subimos a Ondiz, la otra parte elevada del trayecto. Nos desviamos un poco hacia una ermita por si podíamos hacer la foto de grupo en su pórtico, pero estaba enrejado y bien cerrado. Así que nos refugiamos en el voladizo del probaleku que cierra una bonita plaza arbolada. La fotógrafa oficial consiguió engañarnos para hacer la foto bajo la lluvia y sin paraguas.
Ya no quedaba más que bajar a Getxo por una pequeña carretera que daba acceso a la zona vip de Leioa, como la definió nuestro guía. En aquellas circunstancias optamos por bajar directamente a Las Arenas, acortando el trayecto previsto en unos pocos kilómetros. En fin, ha sido una salida interesante y creo que merece la pena aguantar el paso por esas zonas urbanas para disfrutar de las vistas sobre nuestra margen que nos ofrecen el Calvario y Ondiz y conocer que hay vida también más allá de la ría. Eso sí, sería conveniente contar con el arreglo del paso por Erandio para repetir el trayecto y, a ser posible, con un pelín de mejor suerte. Tomamos nota.
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