Chile, una nueva llamada de atención. Resulta que para modificar la constitución heredada de la dictadura de Pinochet, el presidente Lagos, en su día, se conformó con hacerle un lavado de cara para cubrir los estándares democráticos al uso. Después de la grandes revueltas sociales que convulsionaron el país se presentó un nuevo proyecto de constitución auspiciado por las coaliciones de izquierda, pero éstas se encontraron que fue rechazada por una abrumadora mayoría. Parece ser que se pasaron de frenada y el personal o no les entendió o se asustó, cosa que los otros aprovecharon para agitar el fantasma del comunismo. Esa misma mayoría acaba de conceder con sus votos al partido republicano, de carácter ultraderechista, la mayoría para formar la comisión parlamentaria que debe redactar el nuevo proyecto de constitución. O sea, que los herederos o los posibles simpatizantes de Pinochet son los que tienen que enmendarle la plana, cosa poco probable, porque a lo que van es a mantener las bases neoliberales del sistema anterior.
Sin embargo, según observadores políticos de ese país, la mayoría de los votos recibidos por ese partido proceden de las clases con menor nivel económico, por lo que aquí también es pertinente la pregunta que me hice en la
anterior entrada dedicada a la ultraderecha: "A todo esto ¿Dónde está la izquierda". Sin duda, este varapalo ha sido una lápida de defunción para el presidente Boric, porque si se hicieran ahora elecciones presidenciales ya se estaba despidiendo del cargo. De todos modos, tanto él como todo ese conglomerado de grupos de izquierda, además del partido socialista y del comunista, antes de nada deberían hacerse la pregunta de en qué país viven, cuáles son las inquietudes de los ciudadanos, cómo pueden llegar a la gente, qué pasos se pueden dar... antes de que las urnas les hayan dado a entender que el país real está muy lejos de ellos.
Es verdad que la situación de Chile puede parecer que está muy lejos de la nuestra, pero solo geográficamente. Compartimos con ella el problema de la inflación, que allí ha caído como una bomba. Los ultras también manejan allí el tema de la inmigración irregular que sufre Chile por el norte, han aprovechado el alto nivel de conflictividad e inseguridad que reina, sobre todo en Santiago, y, aunque no tienen independentistas, sí se tienen que enfrentar a negociar con el creciente movimiento de los pueblos originarios: mapuches, aimaras, quechuas...
Allí la derecha clásica ha quedado desdibujada y no le va a quedar otra que ir al rebufo del partido republicano y, lógicamente, no le va a quedar mucho que hacer. Aquí es la derecha la que va a necesitar de Vox para gobernar territorial y nacionalmente, pero sí que va a tener que ceder, como ya hemos comenzado a ver, a las presiones de éstos. Nada más comenzar la campaña electoral han avisado, o amenazado, que pretenden gobernar sí o sí. Por si fuera poco, la actual tensión que mantiene el PP contra el presidente Sánchez le está llevando a discursos cada vez más radicalizados y más propios de VOX. Si siguen manteniendo o aumentando dicha tensión y ese tipo de discursos, quizás se lleven algún susto con los resultados favorables que le pueden estar regalando a sus contrincantes ultras. A ver qué con qué nos vamos a encontrar después de las elecciones.
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