En el mundial de fútbol, que acaba de finalizar, he disfrutado más con los resultados que con el juego, que en contadas ocasiones ha dejado de ser zafio y rácano. Mi primera gozada fue la eliminación de Portugal, no por los portugueses, sino por la caída del más grande de los ídolos del momento. Todos los entendidos esperaban que con Ronaldo Portugal era una selección con posibles, pero este tipo de jugador no juega para ningún equipo ni para su selección, solo juega para sí mismo, para engrosar su ego y su cartera, claro. Luego vinieron las caídas de los dioses: Alemania y España, que figuraban entre los primeros en las quinielas, salieron humillados haciendo el más sonoro de los ridículos.
No entiendo cómo algunos de los que protagonizaron el solemne desastre del mundial pasado pueden seguir en la selección. No se puede seguir viviendo del nombre y es hora de que vengan otros tan buenos, o más, que ellos cuando empezaron.
No entiendo cómo algunos de los que protagonizaron el solemne desastre del mundial pasado pueden seguir en la selección. No se puede seguir viviendo del nombre y es hora de que vengan otros tan buenos, o más, que ellos cuando empezaron.
Lo que me tuvo al borde del orgasmo fue la desvergüenza de la selección Argentina, contando con el que se supone culmen del fútbol al frente y, junto con ella, la de Brasil.
Tanto Messi, tanto Neimar, tantas figuras millonarias en esos equipos que ni han llegado a sudar la camiseta, tantos numeritos y tantos periodistas detrás de ellos, para protagonizar un ridículo sin precedentes y para dejar a sus naciones totalmente decepcionadas.
Tanto Messi, tanto Neimar, tantas figuras millonarias en esos equipos que ni han llegado a sudar la camiseta, tantos numeritos y tantos periodistas detrás de ellos, para protagonizar un ridículo sin precedentes y para dejar a sus naciones totalmente decepcionadas.
Me siento feliz porque en este mundial los héroes han sido algunos equipos que no entraban en las quinielas. Equipos con gente buena, claro, pero sin ser grandes estrellas, bien cohesionada, bien organizada y sabiendo lo que tenían que hacer. Entrenadores que habían trabajado el equipo y han sabido manejar uno de los artes más antiguos del homo sapiens desde que se dedicó a batallar: la estrategia. Tenían mucho que perder y poco que ganar y, a fuerza de su convencimiento, algunos han llegado hasta lo más alto. Tanto a Crocia como a Bélgica o a Inglaterra se les daba el papel de hacer un mundial digno, pero resulta que son tres del cuarteto final. Francia contaba con una plantilla mejor pero su éxito se ha basado en la solidez y en la fuerza física del conjunto.
Ahora los periodistas siguen a lo suyo "que si Griezman, que si Modric, que si balón de oro..." No saben salir del personalismo. El fútbol se hace en equipo: hay once delanteros en el campo, once defensas y once medios, y solo suman once en total. Todos tienen que desarrollar su rol cuando les corresponda, tengan o no tengan el balón siendo fieles a la cohesión y al apoyo que dan sentido y eficacia al equipo. Esos son los valores que se pueden transmitir a través del fútbol, que son absolutamente necesarios para el desarrollo personal y social en este mundo del conocimiento. Solo progresan los innovadores que intercambian conocimiento en equipo. La competitividad de las empresas se basa en la solidez de sus equipos. Una de las claves para acceder a muchos empleos es la capacidad de trabajar en equipo. Los grandes que figuran en los diversos terrenos del conocimiento, de la cultura, de la empresa están sostenidos por equipos bien formados y de calidad. Y aquí a través del fútbol se está transmitiendo, desde la infancia, que hay que ser como esos que ganan tanto dinero y que están en la tele y en los medios de comunicación o que son dioses en tal o cual equipo, y así nos luce el pelo. Me alegro, una vez más, de que este mundial haya hecho justicia al fútbol.
Ahora los periodistas siguen a lo suyo "que si Griezman, que si Modric, que si balón de oro..." No saben salir del personalismo. El fútbol se hace en equipo: hay once delanteros en el campo, once defensas y once medios, y solo suman once en total. Todos tienen que desarrollar su rol cuando les corresponda, tengan o no tengan el balón siendo fieles a la cohesión y al apoyo que dan sentido y eficacia al equipo. Esos son los valores que se pueden transmitir a través del fútbol, que son absolutamente necesarios para el desarrollo personal y social en este mundo del conocimiento. Solo progresan los innovadores que intercambian conocimiento en equipo. La competitividad de las empresas se basa en la solidez de sus equipos. Una de las claves para acceder a muchos empleos es la capacidad de trabajar en equipo. Los grandes que figuran en los diversos terrenos del conocimiento, de la cultura, de la empresa están sostenidos por equipos bien formados y de calidad. Y aquí a través del fútbol se está transmitiendo, desde la infancia, que hay que ser como esos que ganan tanto dinero y que están en la tele y en los medios de comunicación o que son dioses en tal o cual equipo, y así nos luce el pelo. Me alegro, una vez más, de que este mundial haya hecho justicia al fútbol.
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