En Quintanilla, con eso del Corpus, ha habido una primera comunión. Es una población minúscula en un pequeño municipio de las Merindades, en la que una minúscula niña se ha sentido más grande y más importante que nunca y, a la vez, centro de atención no solo de su familia sino del entorno, porque la celebración que más abunda en esos andurriales es la de los funerales. Por una vez en cuatro años hay una primera comunión, una vida nueva que viene por detrás y eso hay que celebrarlo por todo lo alto, una vez más a través de una disculpa religiosa. Las religiones han servido hasta hoy para muchas cosas, aunque no creo que sean las que teóricamente les correspondan como propias. Nos han acompañado desde nuestro nacimiento, con la cosa del bautismo nos recibió y reconoció la familia. Luego ha ido marcando la mayoría de edad, ha sacralizado el carácter de los enlaces matrimoniales para asegurar su consistencia y aún hoy sirve, cómo no, para decir el último adiós con cierta dignidad y reconocimiento a los que nos dejan.
Todas estas celebraciones se podrían hacer fuera del contexto religioso. Sin embargo, son minoría los que no celebran el funeral de los familiares en la iglesia o los que se atreven a que sus hijos se queden sin bautismo o sin primera comunión por muy ateos que se proclamen. En otro orden de cosas, las religiones también han servido para transmitir cultura y enseñanza, para iniciar los servicios sanitarios a la población más desfavorecida, para promocionar a pueblos del tercer mundo... Claro que en las sociedades actuales todos estos servicios se han ido asumiendo como obligaciones de los estados y, a la vez, se han ido formando asociaciones laicas, fundaciones y ONGs que están asumiendo las tareas de promover la solidaridad y gestionar los fondos de promoción. Sin embargo, aún hoy en día hay pueblos y naciones enteras para los que una determinada religión es una seña más de su identidad nacional. En otros la cosa va más lejos, la religión rige el funcionamiento social y político, aunque a nosotros los occidentales nos parezca propio del medioevo. También hay que contar la otra cara de la moneda. Las religiones han servido para justificar guerras y han cometido verdaderas atrocidades e incluso genocidios en nombre de sus creencias. Han estado también al servicio de los poderosos y han frenado el progreso en más de un época.
En realidad todas estas funciones sociales y políticas del carácter que sean, a mi modo de entender, no son la misión auténtica de las religiones. Detrás de todas ellas se ha quedado la función fundamental tapada, desvirtuada y, no pocas veces, perseguida por las jerarquías dominantes. Todas las corrientes laicistas y el creciente número de agnósticos de la sociedad actual puede que estén haciendo un gran favor a las religiones, porque poco a poco les van a ir desmontando su tenderete y su poder. En la medida en se queden desnudas sin poder y sin influencias sociales, cuando ya no pinten nada sus proclamas dogmáticas y sus imposiciones morales, puede que se encuentren en mejor situación para realizar la misión que las da sentido: ofrecer a la persona humana un sentido para su vida y para su muerte, hacerle sentir parte de la creación y agente creador de más vida dentro de ella, compartir la propia vida con los demás seres como iguales y sentir la plenitud del amor. Será entonces cuando tenga sentido decir Dios, Alá, Yahveh, El Gran Espíritu... o simplemente la madre Naturaleza.
Todas estas celebraciones se podrían hacer fuera del contexto religioso. Sin embargo, son minoría los que no celebran el funeral de los familiares en la iglesia o los que se atreven a que sus hijos se queden sin bautismo o sin primera comunión por muy ateos que se proclamen. En otro orden de cosas, las religiones también han servido para transmitir cultura y enseñanza, para iniciar los servicios sanitarios a la población más desfavorecida, para promocionar a pueblos del tercer mundo... Claro que en las sociedades actuales todos estos servicios se han ido asumiendo como obligaciones de los estados y, a la vez, se han ido formando asociaciones laicas, fundaciones y ONGs que están asumiendo las tareas de promover la solidaridad y gestionar los fondos de promoción. Sin embargo, aún hoy en día hay pueblos y naciones enteras para los que una determinada religión es una seña más de su identidad nacional. En otros la cosa va más lejos, la religión rige el funcionamiento social y político, aunque a nosotros los occidentales nos parezca propio del medioevo. También hay que contar la otra cara de la moneda. Las religiones han servido para justificar guerras y han cometido verdaderas atrocidades e incluso genocidios en nombre de sus creencias. Han estado también al servicio de los poderosos y han frenado el progreso en más de un época.
En realidad todas estas funciones sociales y políticas del carácter que sean, a mi modo de entender, no son la misión auténtica de las religiones. Detrás de todas ellas se ha quedado la función fundamental tapada, desvirtuada y, no pocas veces, perseguida por las jerarquías dominantes. Todas las corrientes laicistas y el creciente número de agnósticos de la sociedad actual puede que estén haciendo un gran favor a las religiones, porque poco a poco les van a ir desmontando su tenderete y su poder. En la medida en se queden desnudas sin poder y sin influencias sociales, cuando ya no pinten nada sus proclamas dogmáticas y sus imposiciones morales, puede que se encuentren en mejor situación para realizar la misión que las da sentido: ofrecer a la persona humana un sentido para su vida y para su muerte, hacerle sentir parte de la creación y agente creador de más vida dentro de ella, compartir la propia vida con los demás seres como iguales y sentir la plenitud del amor. Será entonces cuando tenga sentido decir Dios, Alá, Yahveh, El Gran Espíritu... o simplemente la madre Naturaleza.
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