Los domingos por la mañana, siempre que me es posible, aprovecho para bajar a mi madre a misa en la capilla de la residencia. En la primera lectura del domingo pasado aparecían una serie de mandatos de Yahveh a su pueblo. Como decía un profesor mío de historia, cuando aparece una prohibición es que lo que se pretendía prohibir existía y se estaba excediendo. Eran cosas del pelo de las siguientes: no explotes a las viudas y a los huéfanos, no te aproveches de los forasteros, compadécete del necesitado, si tomas la capa de alguien como garantía no permitas que llegue a la noche sin ella porque no tendrá con qué abrigarse, no prestes con usura ni cobres intereses abusivos. Terminaba diciendo que si no hacían caso el Señor Dios se iba a enfadar mucho y se iban a enterar de lo que les podía pasar a los que no hiciesen caso.
Lo que a primera vista parecen consejillos de andar por casa, puede que tengan un carga de fondo muy importante. En el proceso de la historia de la humanidad el personal que la ha escrito se ha ido pasando esos mandatos por el arco de triunfo, aún manifestando su condición de creyente en sus religiones correspondientes. Si echamos un vistazo, por ejemplo, al espectáculo de la situación mundial actual nos encontramos que se explota y se abandona a su suerte a los pueblos más débiles y depauperados, que se maltrata y se veja a los inmigrantes aprovechándose de su situación, que se eliminan las ayudas a los más indigentes, que no solo se quita la capa sino se llega a dejar sin vivienda a los que no pueden devover las hipotecas o se deja sin trabajo a multitud de obreros, que la usura ha sustituido a Dios porque es la que rige todo el sistema económico global, o sea, la que pone las reglas de juego en el mundo.
Las consecuencias de estos incumplimientos las llevamos percibiendo hace tiempo. El sistema se ha descontrolado y se está destruyendo a sí mismo. La especulación va a acabar con la producción, con países enteros y con el planeta, si nos descuidamos. Y es que hay leyes que, aunque no estén escritas, marcan un línea roja que nos avisa del peligro. Pero una vez que se transpasa, no se puede prever qué tipo de consecuencias van a sobrevenir. Ojo, es probable que muchos de nosotros nos hayamos apuntado, aconsejados por nuestros asesores financieros, al carro de los beneficios especulativos y no estemos libres del contagio de la usura. A todo esto, lo que no suspuso ese pasaje de la Biblia, o simplemente no lo dijo, es que, de entrada, casi siempre pagan justos por pecadores. Así pues, me apunto incondicionalmente a ser un pedacito de material del brazo ejecutor del Señor para que a los que han montado esto también les llegue su hora y no se vayan de rositas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario