El pasado 15 de febrero nos apuntamos a nuestra última aventura en los viajes del IMSERSO. Destino Palma de Mallorca. No dudamos en elegirlo porque en una versión anterior dejamos deberes para terminar de conocer los rincones más afamados de la preciosa isla, a ser posible lejos de los más turísticos. En este punto tuvimos suerte, porque aún se estaban desperezando en la preparación de los locales, hoteles y chiringuitos para la próxima Semana Santa, y no tuvimos que sufrir la presión de grupos numerosos, ni siquiera en la catedral. El hotel que teníamos reservado estaba pegado al palacio de Marivent, incluso llevaba el mismo nombre, e invitaba a visitar la casa museo de Miró y la parte occidental de la capital.
Nuestro primer mosqueo fue comprobar que el vuelo de ida partía a las 20:40 de Loiu, lo que suponía que íbamos a caer directamente en la cama. Se ahorraban la comida, nos dejaban sin una tarde libre para pasear y se ahorraban la cena. Nos recibieron con un hotel cerrado y con algo que suplía a la cena consistente en unas lonchas de mortadela, salami y una especie de jamón cocido irreconocible junto con otra loncha de queso de sandwich, agua y pan. Ah, se me pasaba que a modo de gracia pusieron una tacita con unos garbanzos enanos a la vinagreta.
Pero no era el hotel contratado, sino que tres días antes nos lo cambiaron, sin más y sin admitir quejas, por otro en la punta opuesta del municipio sito en Can Pastilla, frente a la playa de Palma y rodeado de otros monstruos hoteleros de los que solo uno estaba abierto, justo el de enfrente de nuestra habitación. Al día siguiente recibimos la primera noticia desagradable, que no se podía acceder a Sa Calobra, uno de los lugares emblemáticos de la isla por desprendimientos en la carretera, como pudimos comprobar.
Para suplirlo pudimos estar más tiempo en el santuario del Lluch y en los alrededores del Puig Maior. Magnífico paseo, magnífico lugar, magnífica comida en un magnífico comedor con la posibilidad de escuchar a su escolanía infantil. Todo ello a caballo de un bus machacado por los servicios prestados a escolares: totalmente sucio y con los cristales llenos de polvo y barro. Curiosamente había pasado la ITV en Castilla la Macha. Y se acabó lo que se daba, como nos advirtió la guía. Por la tardes te dejaban en el hotel a 11 kilómetros del centro y con escaso margen de hacer algo que no fuera pasear por la playa o el paseo marítimo, pues el comedor se cerraba a las 21 horas en punto, hora oficial de guiris.
A partir del segundo día unas salidas menos preparadas. La de conocer la capital un sinsentido, pues se empleó más tiempo en compras que en visitas culturales. Un paseíllo por la zona antigua, un par de fachadas y una hora escasa en la catedral. Luego la comida en una tasca con menús apropiados para inmigrantes, tanto en su coste como en el contenido. La comida siguiente fue también en un tascucho de pinchos delante de las murallas de Alcudia y otro al lado Soller del mismo pelo. Casualmente ese día estaba cerrado el complejo de ruinas romanas, pero había un mercadillo muy famoso y allí nos metieron velis nolis. Conclusión: resultó un viaje comercial más que cultural, como reza su título.
En fin, sin meterme en más temas, decir que nos echaron del hotel a las ocho en punto de la mañana, pero en el aeropuerto no fallaron las ensaimadas encargadas. María sacó todas las fotos que pudo perdiéndose del grupo y poco más. Solo que nos trajimos un cabreo monumental porque no habíamos conseguido llegar a tiempo a los lugares que teníamos previstos, porque siempre llegábamos cuando ya estaban cerrados.
Esto del IMSERSO resulta un quiero y no puedo o algo similar. Puede ser una buena idea, porque se podría dar vida en la horas muertas del invierno a las zonas y a las instalaciones turísticas, con la consiguiente mejora en puestos de trabajo, y, a la vez, se da oportunidades a los mayores de unos viaje baratos. Pero, si no puedes ofertar unos presupuestos dignos: los hosteleros no quieren o rascan en el servicio, los restaurantes no aceptan las propuestas por rácanas o a pérdida y se acaba mal comiendo en sitios impresentables perdidos de la mano de Dios, las empresas de los guías y de los buses cumplen con los mínimos y sin demasiados entusiasmos. Por lo visto en las últimas salidas en que hemos participado, cada vez abundamos más los pensionistas con un poder adquisitivo medio alto que no nos importaría aportar algo más de dinero, si ello revierte en mejores servicios y sin tanta racanería. Si los programas se dirigen preferentemente a personas con pensiones de bajo nivel, que se aplique un filtro según las posibilidades de cada cual o que se den menos ofertas para adecuar el presupuesto a conseguir un servicio digno.
Otra cuestión aparte es que lo de Mallorca es un escándalo, porque solamente están enfocados a sacar pasta y a dejar al personal con los dientes largos para que acaben yendo de nuevo a hacer turismo en serio. En fin hemos disfrutado lo que hemos podido, a pesar de cabreos y frustraciones. Habrá que repetir lo del doctor valenciano: señores y señoras del IMSERSO, somos mayores pero no idiotas, por favor.
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