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Sta. Marina |
Ante todo dar razón de mi ausencia durante estos meses: he estado centrado en finalizar y corregir una pequeña novela que comencé hace tiempo y que no acababa de cerrar. Aunque parezca mentira, los jubilados estamos muy atareados y no nos da tiempo para todo lo que queremos o que nos piden que hagamos. El sábado 25 de mayo, a pesar de los malos augurios de Aemet, nos lanzamos al valle de Orozko. Juanjo no iba a estar disponible hasta después del verano y había que aprovechar el día a toda costa. Yo estaba recuperándome de una pequeña lesión de rodilla y Oren estaba resentido de la bici. Así que optamos por un recorrido sencillo para acabar en la ermita de Sta. Marina que está en la vertical de Zubiaur y preside todo el valle.
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Elorritxugane |
Acortamos el recorrido subiendo por la pista que, tras pasar por una serie de barrios pintorescos, lleva a la ermita sin llegar a ella. Ascendimos en primer lugar a Elorritxugane, seguimos el cordal hasta el Jesuri o Larragorri. Queríamos ver a dónde daba otra cumbre cercana que se alejaba del cordal pero cuando llegamos a ella la lluvia comenzó a arreciar y nos volvimos al Arrola que es la cumbre inmediata a la ermita y la última que nos habíamos propuesto. Tuvimos suerte y la tormenta se cerró en la parte del Gorbea y la veíamos de lejos. Bajamos a la ermita y vimos que el refugio estaba abierto, lo que aprovechamos para dar buena cuenta de las viandas en terreno seco y con bancos y mesa para nosotros solos. Al salir, nos llevamos la sorpresa de que había despejado y el panorama que se nos ofrecía no tenía nada que ver con el que habíamos estado el resto de la mañana.
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Jesuri |
No tuvimos mucha lluvia, pero acabamos empapados. Estuvimos caminando en medio de la niebla, pisando hierba empapada durante una gran parte del recorrido. Lo que más me impresionó de esa excursión fue el panorama, a pesar de que el paisaje estaba tapado en su mayor parte. La sensación fantasmagórica de estar encapotado en una niebla que se mezcla con la vegetación y se abre en tiras por encima de las hayas y los pinos dejando todo cargado de gotas y envuelto en una luz entornada y misteriosa. La variedad de tonos de grises, desde el más claro que dejaba entrever el sol, al casi negro de los nubarrones de la tormenta.Las formas que toman los montes que quedan medio ocultos entre las niebla y adoptan formas caprichosas.
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Arrola |
El entrever barrios de caseríos a través de una neblina fina que les hacía parecer salidos de un nacimiento navideño. En fin, un panorama lleno de sensaciones y de estampas irrepetibles, una buena despedida de la temporada para Juanjo, porque Oren y yo pensamos seguir. Y para ponerle los dientes largos le recordamos que faltaba la visita obligada al Gorbea.
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