No se trata de ninguna pelea ni de batallas. Las derrotas es una vieja costumbre que se guarda rigurosamente en el Alfoz de Sta Gadea y en más zonas ganaderas de las Merindades, supongo yo. A mediados o finales de octubre se decreta el pasto libre para el ganado por todos los prados particulares y por los terrenos comunales del municipio. Es obligatorio dejar abiertos los terrenos vallados o tapiados para que vacas y yeguas pasten a sus anchas a cualquier hora y puedan acercarse a todos los abrevaderos y arroyos de la zona. Se trata de aprovechar los últimos pastos que suelen aparecer ante las primeras lluvias de otoño, antes de que lleguen los primeros hielos o nevadas y haya que recoger al ganado en sus cuadras o cobertizos de invierno. Ahí es donde se les va alimentando con el heno recojido al comienzo del verano hasta la entrada de la primavera siguiente.
Este fin de semana pasado hemos estado disfrutando de un verano retrasado en Quintanilla. Un tiempo que para nosotros resulta ser una gozada, pero que, para nuestros vecinos ganaderos, comienza a ser angustioso. Desde luego los prados, como se puede ver en la foto, no es que estén boyantes de hierba verde y lo de las lluvias no parece tocar en este supuesto otoño. Así que nuestras pobres vacas andan como posesas de un lado a otro a ver quién llega primero al poco verde que se les ofrece y, para remate, de los arroyos quedan las piedras y ya ni están húmedas. Las mis pobres más que derrotas se han encontrado con una broma de mal gusto.
Y es que el tiempo se parece en estos momentos a la vida misma y a la historia que nos está tocando vivir. Nada es como se supone que era o que debería ser. El verano no fue verano, el otoño está siendo una sartén, en el sur ha llovido más que en el norte ... Del mismo modo que los bancos estaban para proporcionar dinero y ahora resulta que hay que dárselo, estaban para guardar nuestro ahorros y puede que se nos esfumen. También se nos hizo creer que el euro era la base de nuestro progreso y mira cómo andamos ahora a su cuenta. De toda la vida el estado nos garantizaba unos servicios públicos y unas garantías laborales, sin embargo, ha llegado el momento en que se encarga de darles un plumazo. Así que hay una notable cantidad de personal que andan como nuestras vacas y yeguas en las derrotas de este año: ni agua ni hierba verde, o sea, ni trabajo, ni subsidios, ni vivienda hipotecada... Esas sí que son derrotas de las que hunden y de las que pueden matar.
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