Este título se me ha ocurrido después de los vientos que hemos soportado hace poco tiempo. A decir verdad es para mí una frase muy socorrida. La usé como título de mi primera novela, pretendía ser una metáfora de lo que le ocurre a su protagonista, Él es un médico que trabaja en una ONG en el Congo y cuando vuelve después de tres años a pasar un mes de vacaciones se encuentra con toda su vida desmantelada: le falla su trabajo, las mentiras de su familia, la muerte de su novia, accidentes .. y toda una serie de sorpresas desagradables de las que consigue sobrevivir. Y ahora quiero aplicar esa metáfora a la situación de hoy en día que está consiguiendo revolverme el estómago, la moral y hasta alterarme el carácter. Antes me echaba la siesta a golpe de telediario, pero en estos momentos no me acuerdo cuándo vi el último.
Es insoportable oír todas las mañanas, como lo más natural del momento, la retahíla de muertos a cargo del gobierno de Israel y ya no sólo en Gaza, sino que ahora son también los del Líbano y a no tardar los de Yemen sin descartar que se líe con los sirios y, Dios no lo quiera, con los persas. Y ese presidente sanguinario, que ya ha anunciado que no va a parar de matar, destruir y desplazar gentes, tiene la desfachatez de presentarse en la ONU como quien se planta a decir a ver quién me chista. Y USA rendida a sus pies rechazando las decisiones de la ONU, sacándoles la cara como pueden y llevándoles armas a cascoporro, aunque por lo bajini digan que hombre, un cese temporal de agresiones no estaría mal.
Después de algunos lander alemanes, ahora es Austria la que se declara mayoritariamente nazi. Su "canciller del pueblo", como se hace llamar su presidente, ha hecho unas declaraciones para levantar sarpullido y, por si fuera poco, se une a Orbán y a otros líderes de su pelo para declarar su amistad con Putin, otro sanguinario que está sacrificando vidas propias y asolando un país con una guerra sin sentido. Y, como he ido comentando en entradas anteriores, esto de la ultraderecha va a ser una plaga que no se va a contentar con imponer sus marcas autoritarias, sino que va a conseguir instaurar todo tipo de negacionismos, de xenofobias o del patriarcalismo más casposo. Lo que más miedo me da es pensar que unas capas de población cada vez más amplias apuesten por el autoritarismo y el palo y tente tieso, porque, mientras haya alguien que tenga un poder absoluto, nos ahorramos el problema de decidir o participar.
Lo de la oposición de este país sí que es ese viento sur que arrea con todo, caiga quien caiga, con tal de derribar al gobierno. Cualquier tema que suja es arma arrojadiza sin contemplaciones: mienten, distorsionan y se inventan relatos que no tienen nada que ver con los datos concretos de la realidad, pero aplican al pie de la letra aquel viejo dicho de " calumnia, calumnia que algo queda". A estas alturas dan por sentadas mentiras flagrantes como hechos constatables. Y la literatura que se gastan sus voceros son de efecto vomitivo. Pasan por encima del problema de la vivienda, de la inmigración, de la mejora de la gobernanza de las comunidades autónomas y hasta se han montado una guerra a cuenta de los venezolanos, que, en realidad, se la traen al pairo pero todo es bueno para crear una situación política irrespirable. Y así van a seguir hasta las nuevas elecciones, consiguiendo que la mayoría de la ciudadanía desconfíe totalmente de los políticos, que no deja de ser otra baza importante para los ultras.
Resulta que ya se han publicado encuestas fehacientes que señalan que hay , en estos momentos, más perros que niños. El caso es que esa abundancia se podría pensar que se debe a que muchas personas mayores necesitan animales de compañía, pero no es así porque cada vez más aumenta el número de gente joven que opta por sus mascotas en lugar de tener hijos. Lógicamente la sociedad no se les está poniendo fácil precisamente: la posibilidad de independizarse, de tener acceso a vivienda, de contar con unos trabajos mínimamente estables con sueldos adecuados al nivel de vida y, por ende, asumir la crianza de hijos en esas condiciones. La ley despiadada del mercado está quemando una serie de generaciones en las que, por otra parte, se ha invertido mucho en su formación.
Hoy nos hemos desayunado con unas encuestas y unos comentarios que me han alarmado. Resulta que hay un más que considerable número de menores de trece años que ya tienen síndrome de abstinencia del móvil, por si hubiera pocas adicciones, y estaban consultando cómo podía arreglarse el tema. O sea, se da un móvil a los críos que aún van en la sillita, se le utiliza sistemáticamente para que los niños no molesten o, como me dijo una vecina entusiasmada, que su nieta de año y medio ya ha aprendido a hacer unas fotos bonitas con el móvil... y suma y sigue y ahora nos preguntamos cómo se arregla esa dejación de funciones educativas en un número alarmante de familias. A todo esto, no creo que mucha gente sea consciente de lo que hay detrás de esos aparatitos, desde la basura espacial y el exceso de satélites, hasta la cantidad de muertos o de niños esclavos en las minas de coltán de África.
Ese viento desbocado amenaza con llevarse por delante el planeta, la democracia, el estado de bienestar, la vida de mucha gente, los relevos generacionales... y aquí estamos con la esperanza de que los Putin, Netanyahu, Le Pen, Orbán o algún que otro ayatola no nos monten una tercera guerra globalizada. Y, cómo no, que no nos toque contemplar como los milmillonarios acaban dominando la gobernanza mundial y hundiendo en la pobreza hasta las clases medias... Y por hoy ya vale, que son muchas cosas las que están en peligro de que se las lleve ese viento por muy arraigadas que creamos que están.