El lunes 25 de abril retomamos las salidas de senderismo de los centros de mayores de Barakaldo, después del paréntesis de las vacaciones de las semanas Santa y de Pascua, aunque para algunos abuelos y abuelas les tocara ejercer con sus respectivos nietos. Este día nos dirigíamos a pasear las orillas del Nervión en la zona del valle de Aiala. Habíamos quedado encontrarnos en la estación de Abando para tomar el cercanías de Orduña. En el recuento nos sorprendimos porque habíamos dado el record de asistencia: veinticuatro, según conté yo, o 25 según otros. A la vez tuvimos una de las mejores sorpresas que podíamos esperarnos: la incorporación de nuestra veterana compañera Marilo después de una larga recuperación. Quiso probar fuerzas y lo suyo le costó, pero ahí estuvo hasta el final. Esperamos seguir contando con ella en adelante.
Tal como estaba programado tomamos el tren de Orduña a las nueve cuarentaicinco. Nos apeamos en Luiaondo. Una pequeña población poco conocida, que es el punto intermedio entre Laudio y Amurrio. Tras un breve paseo por esta población, nos acercamos al pequeño monumento que era el motivo de nuestra visita: la cruz, que data de mil setecientos treinta, en memoria del llamado "Árbol Malato". Éste marcaba en la antigüedad el límite del señorío de Bizkaia. Estuvimos leyendo y contando su historia y entre bromas nos hicimos la foto de rigor.
Seguimos nuestra marcha a través de la senda que une Amurrio y Laudio. Impresiona el despliegue de técnica y de cuidado que ha hecho la diputación foral de Álava para hacer posible este paseo. El río bajaba con fuerza bien cargado de agua, lo que resultaba todo un espectáculo y toda una sinfonía sonora que nos fue acompañando en ese tramo de nuestro recorrido. Fueron unos momentos en los que daba gusto caminar entre la vegetación y el fresco de la mañana.
Al dejar atrás a los terrenos y el colegio, que fue en su día seminario de los llamados "frailes alemanes", nos desviamos a la izquierda, abandonando el apacible sendero, y tomamos dirección a la ermita de S. Roque, que era el lugar preferente para muchas de nuestro recorrido. Según me contó un día un tasquero de Amurrio, los tales frailes aparecieron a poco de terminar la guerra civil. Como frailes y como alemanes, fueron bien recibidos por el régimen. Se presentaron con un tractor y con maquinaria agrícola de fabricación alemana, así que se puede suponer cómo se quedaron los buenos aldeanos, que no habían salido de los bueyes o la mula, al ver semejantes artilugios. Algunos no quedamos intrigados por saber qué se puede estar haciendo con todo ello. Prometo que para la próxima buscaré información fidedigna.
A partir de aquí, poco a poco comenzaron a sumarse las dificultades. Caminábamos en asfalto, apenas había sombras y el sol ya estaba en plena forma y se hacía notar. Por si eso fuera poco los estómagos del personal comenzaron a pedir auxilio y hubo que hacerles oídos sordos hasta llegar a la meta. La cuesta final fue la puntilla para algunas, más por estas circunstancias que por la pendiente, que no era tan exigente.
Se nota la diferencia!! |
Fuimos llegando en pequeños grupos al área recreativa y el personal se fue situando en los bancos para el avituallamiento clásico. Se creó un buen ambiente, tal que daba la impresión de que no había muchas ganas de moverse de allí porque se estaba de maravilla. Luego vinieron las fotos de grupo y otras particulares, así que costó un triunfo que todo el mundo se pusiera en marcha. Tuvimos que cambiar el recorrido tradicional porque éste estaba cortado por obras en la entrada de Amurrio. Tomamos la desviación por el barrio de Orue que, aunque era algo más larga, resultó más interesante por ir andando entre vegetación y caseríos.
Finalmente nos dividimos en dos grupos al entrar en el centro urbano. Trece se quedaron a comer, orientados por las gestiones de Nieves, y los demás nos fuimos a la estación. Tuvimos suerte, el tren llegaba en tres minutos, lo que provocó algunos nervios por la falta de costumbre de manejarnos en las líneas de Renfe. Tuvimos la suerte de disfrutar de un día primaveral de libro y fue una gozada contar con una camaradería tan entrañable. Hasta la próxima.
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