Esto de la educación y de la crianza de los menores es un tema sobre el que he ido llamando la atención a lo largo de la historia de este blog y a través de mis intervenciones en mi trabajo de educador social. Otra vez usé la metáfora de la manada de elefantes dirigida por el cachorro que va detrás de la elefanta. Hoy quiero volver sobre el tema a raíz de una observación que vengo haciendo de tiempo atrás. Cada vez se ve más grupos de personas adultas alrededor de un niño, llamando su atención y riéndole las gracias o cualquier ocurrencia que tenga a bien realizar mientras se siente como un pavo real con todas sus plumas extendidas. Lo normal a lo largo de la historia, al menos de la mía, era ver un persona o una pareja con varias criaturas a su alrededor. Claro, hoy en día ha bajado escandalosamente el índice de natalidad, pero eso no es motivo para que se tenga al niño o la niña en palmitas, creando insensiblemente pequeños tiranos que van marcando la vida familiar. Luego llegan a adolescentes y nadie se atreva a llevarles la contraria, o a adoptar medidas educativas que les contraríen, aguantando resignadamente sus insolencias o sus desplantes. O sea, que el último que llega es el que decide qué, cómo, cuándo, para qué hay que hacer las cosas de la vida bajo un criterio apodíctico: me gusta o no me gusta, quiero o no quiero.
Hace años otro educador y yo le advertimos a una directora general de servicios sociales del gobierno vasco que los jóvenes del futuro iban a tender a establecer comportamientos y regímenes autoritarios. Y es que los tiranos familiares querrán también serlo en la sociedad y en la política. Es muy fácil decir que los grupos neonazis y partidos de ultraderecha están influyendo con sus soflamas y sus políticas en los comportamientos de ciertos sectores de jóvenes. Me gustaría que eso se leyera a la inversa. O si no, a qué viene que cada vez sea mayor el número de adolescentes estudiantes, según varias estadísticas, que dicen que lo de la violencia machista es un invento y que se creen en pleno derecho de controlar los contactos y la vida de sus parejas ¿De dónde han salido los ultras violentos de los equipos de fútbol o de los grupos neonacis, los que se ceban en los sin techo, los que insultan a los deportistas de otras razas o acosan y maltratan a los homosexuales? Y no podemos mirar para otra parte creyendo que son cuatro descerebrados. Quizás deberíamos también aquí cambiar la perspectiva considerando que ésos energúmenos, o como queramos calificarles, son la punta de iceberg y que nos deben alertar para darnos cuenta de lo que llevan oculto debajo ¿O es que no existen jóvenes que votan o están a favor de los discursos de Vox, o que los regímenes de autócratas y la subida de los partidos de ultraderecha no cuentan también con gente joven?
El problema que veo ahora es que esto puede ir a más, porque hay una falta de intervención educativa y de transmisión de valores alarmantes. Van a seguir exigiendo que se les dé todo hecho sí o sí y como a ellos o a ellas les gusta. En este plan la democracia se la trae al pairo, así como la convivencia social, el respeto, la solidaridad, la colaboración o los valores humanos. En fin, una vez más deseo equivocarme con todas mis fuerzas .
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